Por su naturaleza el trabajo social sanitario se inscribe jerárquica y funcionalmente en el sistema sanitario, no en los servicios sociales

21 agosto, 2015

Así es, el trabajo social sanitario por lógica, eficiencia, eficacia y efectividad se inscribe dentro del sistema sanitario. La profesión nació en el sistema sanitario porque había que satisfacer necesidades sociales de las personas enfermas y de sus familias, cuando estaban en el hospital, había que transformar sus comunidades y hábitos de conducta nocivos e insanos en saludables. Todo ello aplicando los conocimientos y siguiendo el método científico. El espacio natural del trabajo social sanitario es el sistema sanitario, no los servicios sociales.

Sin embargo, de vez en cuando, sale algún pseudoiluminado con la idea de que los trabajadores sociales sanitarios deberían pertenecer al sistema de servicios sociales. Me pregunto porque no al revés.

La insinuación, descartando la mala fe y las ansias de acaparar poder, solo indica un hecho: el pseudoiluminado de turno desconoce las competencias del trabajo social sanitario, sus responsabilidades con relación a las personas que atiende y con relación a los otros profesionales con los que trabaja en equipo. Pero cuando este pseudoiluminado de turno ocupa un cargo de representatividad y es él quien media entre los profesionales y las instituciones el cotarro está servido. Dicen que «cuando el río suena agua lleva» y francamente, desconozco donde están las fuentes que abastecen de nuevo ese riachuelo de que el trabajo social sanitario debería depender de los servicios sociales, pero me ha llegado su run, run.

Hace unas semanas inopinadamente llegó a mí un rumor de que por lo visto en algunas esferas profesionales del trabajo social se está desenterrando el discurso cerrado hace años.

A pesar de ese run, run inoportuno e insensato, hoy en pleno agosto del 2015, no por suerte, si no por muchos años de esfuerzo y estrategias acertadas de muchos profesionales del trabajo social sanitario, las cosas son muy distintas a ocasiones anteriores. Antes, el run, run, estremecía porque no teníamos casi asideros a los que sujetarnos. Hoy los trabajadores sociales sanitarios contamos con un título oficial de trabajo social sanitario que modifica nuestra realidad y debería blindarnos ante tales elucubraciones si es que llegan a instancias superiores. Sin embargo, no podemos confiarnos, nunca nada resulta seguro en un cien por cien.

Es un hecho que el Master Universitario de Trabajo Social Sanitario está adscrito a Estudios de Ciencias de la salud, lo que lo vincula al sistema sanitario y toda la legislación sanitaria actual contextualiza a sus profesionales dentro de unas coordenadas singulares que responden a las necesidades, valores y principios del sistema sanitario ello sin olvidar los valores y principios del trabajo social sanitario.

Otro hecho relevante que parece olvidarse es que los trabajadores sociales sanitarios fueron contratados en el sistema sanitario muchos años antes de que los servicios sociales existieran. Ello permite, insisto de nuevo, revertir el run, run y preguntarse ¿por qué no son los trabajadores sociales de los servicios sociales los que se integran en el sistema sanitario? Seguro que todas las personas y familias atendidas por los servicios sociales lo están también por su médico de familia. Ahorraríamos recursos y evitaríamos duplicidades. Invito a reflexionar sobre ello.

Si hay un profesional que esté en contacto con toda la población es sin duda el médico de familia junto con los profesionales que integran los equipos básicos, enfermería y trabajo social sanitario. Todas las personas acuden alguna vez a su médico de cabecera. ¿Entonces?

Parece que la serpiente ha puesto nuevos huevos y las pequeñas sierpes vuelven otra vez a sentirse tentadas por el viejo debate, harto superado, sobre si los trabajadores sociales sanitarios deben pertenecer al sistema sanitario o al sistema de servicios sociales.

No dejemos que nuestro pensamiento se empobrezca, no caigamos en lo obsoleto. Pero si realmente el run, run gana caudal, si se abre de nuevo el debate, los trabajadores sociales sanitarios tendremos que replantearnos muy seriamente en qué manos está la representatividad actual del trabajo social sanitario.

Uno puede abrir una zanja de quince metros de profundidad o quince zanjas de un metro de profundidad, es evidente que en el segundo caso no se llega  a ninguna parte aunque uno se pase la vida cavando zanjas, mientras que en el primer caso hay más posibilidades.

Las profesiones avanzan y se desarrollan manteniendo las coordinadas y nomenclaturas básicas estables que no estáticas. Una profesión, una disciplina, no puede quedar al albur de gentes que en vez de representar a los profesionales se representan a ellas mismas sacando sus propios réditos pero arrastrando a un colectivo a la precariedad. La representación no significa que los representados pierden su identidad y asumen la del representante, significa que el representante respeta el trabajo hecho por los representados y vela para ayudarlos a ganar opciones de crecimiento y desarrollo, no a perderlas.

Barcelona, 21 de agosto de 2015 – Dolors Colom Masfret

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Autor / Autora
Dolors Colom Masfret
Comentarios
MARIANO SÁNCHEZ ROBLES21 agosto, 2015 a las 19:03

Dolors «dixit»…..y sus palabras suelen dejar escuela. Eso si, no estoy para nade de acuerdo con su artículo sobre el intrusismo. No lo ha vivido en sus «carnes»….en su identidad como trabajadora social. Otros muchos si…por desgracia para nosotros.

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María23 agosto, 2015 a las 10:54

El traspaso de los trabajadores sociales sanitarios a los Servicios Sociales es una idea que resurge de cuando en cuando. Sin embargo, esta vez se produce como resultado de una elaborada estrategia de los gestores enfermeros de la sanidad pública basada en una paulatina apropiación del espacio profesional de los trabajadores sociales sanitarios fagocitando sus funciones; esto se produce, principalmente, en los programas de gestión de casos en los que son los enfermeros quienes determinan cuales son los servicios sociales más apropiados para los pacientes que requieren la acción conjunta de los servicios sanitarios y sociales.

Si el enlace de los equipos sanitarios con los recursos sociales comunitarios puede ser una actividad enfermera, no tendría razón de ser la presencia de los trabajadores sociales sanitarios en los equipos asistenciales. Según esta visión enfermera, el papel de los trabajadores sociales sanitarios debe limitarse al trámite de los recursos sociales que ellos han determinado previamente en la valoración «integral» por patrones funcionales de Gordon.

Una consecuencia lógica de esta premisa es que para asumir este papel tan irrelevante no sería necesaria la existencia de trabajadores sociales en la sanidad pública luego lo más eficaz sería desplazarlos a su habitat «natural»: los Servicios Sociales, espacio donde los trabajadores sociales se limitarían también, según la óptica enfermera, a hacer estos mismos trámites.

Si bien se trata de un planteamiento falaz buena parte del colectivo de trabajadores sociales sanitarios, y también de los Servicios Sociales, han contribuido ingenuamente a ayudar a los enfermeros en su expansión por el campo tradicional del trabajo social.

Al margen de la retórica implícita en esta apropiación, lo cierto es que no existen evidencias científicas consistentes que avalen los distintos programas basados en el papel predominante de la enfermera gestora de casos. La trabajadora social sanitaria es una profesional cualificada específicamente para valorar el apoyo social en cada caso y determinar, mediante el diagnostico social sanitario y el informe social correspondiente, cuando es pertinente implementar un servicio social u otro. Las enfermeras gestoras de caso suelen poner el peso de la atención en los servicios institucionales, sobretodo en el servicio social de ayuda a domicilio, mientras que las trabajadoras sociales sanitarias,por sus conocimientos, tanto en ciencias de la salud como en ciencias sociales, realizan un equilibrio entre el apoyo social informal,provisto por las redes familiares u otras, y el apoyo formal que prestan las instituciones, redundando en el uso eficiente de los servicios públicos y en la justicia social, al garantizarse el acceso a las personas con menores recursos económicos.

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